domingo, 14 de febrero de 2010

Pensé que moría mi perro…

Vaya susto que me llevé el día de hoy cuando salí a caminar como regularmente lo hago con el buen Chac.

Generalmente paseamos por un camellón que inicia a una cuadra de mi casa y que recorre el exterior de una unidad habitacional, es un recorrido bastante agradable, largo, de ida es de subida y resulta una excelente ruta para hacer que el condenado "gordo" descargue un poco sus energías. Afortunadamente está ya muy educado en el recorrido que hasta puedo llevarlo sin correa y anda sin alocarse o molestar a los extraños aunque en algunas ocasiones cuando algún otro perro se nos cruza fiel a su naturaleza no puede evitar ir a olfatear. Le gusta este paseo y mucho más cuando vamos en familia porque cuando es así se le nota lo feliz, corre y va obediente a lado de nosotros sin correa.

En algunas ocasiones se me ha ocurrido cambiar la trayectoria del recorrido para no hacer aburrido el trayecto tanto para el perro como para mi, algunas ocasiones en lugar de ir por el camellón decido tomar el sentido contrario y bajar unas cuadras más para hacer más largo y pesado el trayecto y a su vez funciona para que Chac reconozca el vecindario pues no vaya a ser la de malas y en algún momento por algún imprevisto sea necesario que recuerde el camino de regreso a casa.

Hoy hice precisamente eso, cambie la ruta y tome una más larga que ya he tomado en diferentes ocasiones pero esta vez mi perro se agotó, no lo noté, sólo escuche su respiración agitada como todas las veces y a la cual te acostumbras después de mucho tiempo de caminar con él. Sin embargo, todo cambió al llegar a casa su jadeo excesivo, lengua morada, tambaleo, débil, no tomaba agua estaba como en shock, vomitó y fue ahí cuando me espanté, sé de las complicaciones que produce un cansancio excesivo a los bulldogs y estaba a punto del famoso "golpe de calor". Sólo acerté a hacer lo poco que sabía al respecto y que básicamente se reduce a mojarle el cuello, refrescarle la boca y colocarlo en un lugar estable dónde pudiera reconfortarse.

En casa el reclamo de mi esposa era por demás justificado aunque siendo honesto, con el susto y el potencial peso de conciencia por ser el responsable de lo que estaba sucediendo era suficiente ¿imagínense la muerte de su mascota en su conciencia?

Tardo mucho en tranquilizarse, mucho en regular su respiración y mucho en beber su primer trago de agua, poco a poco fue saliendo de ello más aún no me sentía tranquilo; después le sugerí a mi esposa e hijos que lo llevaron al veterinario para que lo bañaran y consultaran sobre su salud. Cuando me llamaron para ir a recoger a Chac por fin respiré tranquilo. Ahora mismo duerme y ronca como siempre y sólo espero que esto sólo haya quedado en susto.

No dejo de lamentarme por lo que paso, seguí una ruta que ya habíamos caminado en repetidas ocasiones y quizá esta vez la diferencia fue la hora del recorrido. Aun recuerdo nuestro recorrido previo, ese si en verdad fue largo, pesado, rápido y sorprendentemente nada ocurrió.

¿Cómo se puede uno angustiar tanto por su perro?




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