viernes, 19 de marzo de 2010

De los mejores regalos de mi vida...

Hoy es 19 de marzo y no puedo evitar recordar un suceso que invariablemente me lleva a otro.

Lo primero es que en esta fecha se cumple un año más sin el querido Jaime Sabines, compañero de mis días de bohemia, mi cómplice para decir palabras domingueras a una que otra mujer, pretexto para ponerse a charlar horas con algún grupo de amigos, argumento ideal cuando estaba en CCH para ahorrar e ir a la feria del libro ¿a quien que le guste Sabines no ha dicho alguna vez que es su máximo? Hablar de él es rememorar esas lineas que dicen:

Los amorosos callan. 
El amor es el silencio más fino, 
el más tembloroso, el más insoportable...

Leer y releer Tarumba en el camión, en la escuela, en el metro, en la biblioteca, con los cuates, me gustaba tanto que hasta a mi perra la llamé así. De ese libro en particular me gusta mucho ese que dice:

Estos días, iguales a otros días de otros años,
con gentes iguales a otras gentes,
con las mismas horas y los mismos muertos,
con los mismos deseos,
Con inquietud igual a la de antes;
estos días, Tarumba, te abren los ojos,
el viento largo y fino te levanta.
No pasa nada, ni estás solo.
Pasa tu con el frío desvelado
y pasas otra vez. No sabes dónde,
a dónde, para qué...

En fin, valga esta remembranza en honor del buen Jaime que cuando murio su sepelio lucio un poco solitario, sin grandes multitudes como las que lo acompañaban cada vez que se presentaba en público.

Y precisamente es Jaime Sabines el que me lleva al segundo suceso del que me refería al principio de esta entrada. Cuando era yo un humilde universitario, preparándome en las aulas de la UNAM tenía un valioso tesoro que era mi antología poética de Sabines que atesoraba con gran recelo puesto que para adquirirlo me costo aguantarme las ganas de gastar mi dinero en las caguamas de los viernes en el estacionamiento de la escuela.

Un día, mi mejor amiga me pidió prestado el dichoso libro, con mucho recelo (dadas las malas experiencias con personas que tienen la pésima costumbre de no cuidar las cosas) accedí a prestárselo no sin antes pedirle que me lo regresara pronto. El tiempo pasó, pasó y pasó y mi amiga ni sus luces, estaba yo furioso y así se lo hice saber a mi amiga en cuanto la vi (aún recuerdo la cara de ella triste y apenada), pese a todos mis reclamos no me regresaba mi libro. Pasó mucho tiempo, no sé cuanto pero sé que pasó tiempo, yo por mi parte hasta dejé de buscar a mi amiga de lo molesto que me encontraba pero un día sonó el teléfono y me pidió vernos para que dejara de estarle jorobando con el mentado libro.

Esa tarde que vi a mi amiga no sólo recobré mi libro sino que recibí uno de los mejores regalos de mi vida. Recuerdo la escena donde ella me entregó el libro, yo estaba por guardarlo en mi mochila cuando ella me pidió abrirlo e inmediatamente que ella me solicitó eso hice un coraje que mi reclamo fue:

- ¡¡Cómo te atreves a escribir sobre mi libro!! si querías pedir disculpas me lo hubieras solicitado de frente y no rayoneando mi libro!!!
Ella con cara desconcertada solo pudo decir - ¿Porque no lo abres y después me dices todo lo que quieras?

Procedí a abrir mi libro y cual va siendo mi sorpresa, mi atesorado libro adquirió un valor incalculable en ese momento para mí, mis ojos no podían creerlo, en su interior había una pequeña dedicatoria firmada por Sabines. Cómo me sentí después de eso con mi amiga es algo que creo aún no superado.


lunes, 1 de marzo de 2010

Las complejidades de la objetividad...

En días pasados tuve una reunión de la que aún me siento aturdido. En días pasados estuve presente en una reunión dónde uno de los puntos a tratar era el dar de baja a una alumna por su retraso en su proceso de titulación. Toda la evidencia era y es por demás irrefutable, los períodos están vencidos, los plazos agotados, el reglamento rebasado, sin nada que hacer en realidad para justificar una prórroga más en el asunto. Sin embargo, yo de una manera tímida solicité un nuevo plazo que le permitiera a la alumna cumplir con su objetivo que es el de graduarse...

¿Porqué lo solicité? De esta pregunta nace el título de esta entrada, por la simple y sencilla razón de que es una buena, querida y entrañable AMIGA, fue mi compañera de generación, complice junto con mis demás compañeros de un período importante en mi vida. Fuí testigo de todos sus esfuerzos, yo mismo le ayudé con alguna fase de trabajo.

Siendo objetivos no había una sola forma de justificar mi petición y tal como debía ser no prosperó, fue una decisión unánime, sin nada que discutir y sin embargo aún me siento incómodo.

¿Es tan mala una dosis de falta de objetividad en casos como este?

Aún no lo sé...